Ahora que anunciaron que La Maldita Vecindad tocará gratis en el Zócalo, recordé cuando fui con mi hermano y mi primo a ver a Café Tacvba también en el Zócalo hace ya 17 años, en 2005. Todavía éramos menores de edad y nos fuimos a meter a la mera plancha para brincar todas las canciones que conocíamos, que en ese entonces no eran muchas. Aunque no lo quisiéramos, al estar en medio de esa masa sentimos cómo temblaba el suelo y no podíamos dejar de brincar para no sentir que nos aplastarían. Nunca había visto tanta gente junta y nunca me había sentido tan apretado.
Cuando acabó el concierto, que estuvo chingonsísimo, nos fuimos alejando poco a poco buscando agua, porque moríamos de sed. Los pocos vendedores ya no tenían nada y la gente abarrotaba las dos o tres tiendas que seguían vendiendo. Nosotros decidimos caminar un poco más para salir del gentío. Como éramos jóvenes y temerarios (y era 2005), decidimos seguir caminando sobre Tlalpan. No recuerdo si en algún momento compramos agua, supongo que sí porque de verdad moríamos de sed después de brincar tantas horas.
Cuando empezamos a caminar, había mucha gente con nosotros, todos alejándose poco a poco del centro. Llegamos a Pino Suárez y ya había menos gente, luego en San Antonio Abad la gente del concierto comenzó a mezclarse con la gente que sólo pasaba por ahí. Yo sentía que todos íbamos de regreso del Zócalo y felices por haber escuchado a Café Tacvba, pero no era así. Nos encontramos trabajadores de fiesta, vagabundos, prostitutas, algunos puestos de tacos abiertos, otros lavando los trastes o la calle. En algún momento, creo que sobre el puente de Viaducto, un carro se detuvo justo al lado de nosotros y el copiloto nos apuntó con una pistola. Así nomás. Escuchamos cómo se frenó, volteamos y vimos una pistola apuntando a cada uno de nosotros, uno a la vez. Eso duró como unos 5 o 10 segundos, luego todos los del coche comenzaron a reírse y se fueron. También así nomás.
Nosotros seguimos caminando sobre Tlalpan casi 10 kilómetros, hasta General Anaya. Ahí ya no había nada de gente, y ya estábamos agotadísimos. Cruzamos el puente que está sobre en Tlalpan, frente al Cenart, y como no había gente y teníamos 16 y 17 años, y era 2005, y además seguramente sí conseguimos agua en algún lugar, orinamos sobre el puente, hacia Tlalpan, y luego seguimos caminando otros 5 kilómetros sobre Churubusco hasta Escuadrón 201. Serían las 2 o 3 de la mañana.
Ya no recuerdo casi nada de esos últimos 5 kilómetros, seguramente porque éramos ya unos zombis y estábamos forzando nuestros cuerpos a mantenerse despiertos, a mover una pierna y luego la otra para llegar a casa después de brincar por horas en el Zócalo y caminar lo que nunca habíamos caminado antes, de madrugada, menores de edad y solos, pero hombres, así que de alguna forma seguros de que nada nos pasaría a pesar de que estuvimos en la mira de unos hombres con un coche y al menos un arma. Finalmente llegamos a la casa y dormimos muchas horas. Al día siguiente estábamos molidos y nos la pasamos recordando y contando a nuestras familias lo chingón que estuvo el concierto